Muchos emprendedores alcanzan la cima por una combinación de circunstancias sin estar completamente preparados, entran en una vorágine de números y cifras y, por lo general, estas excursiones tempranas por las alturas terminan en desplome vertiginoso. Recuerdo un caso de un chico que, en el primer año de facturación llegó a 5 millones de euros. Con un 30% de beneficio se lanzó a invertir 2 millones de euros en su negocio, sin estar acostumbrado a este tipo de cifras, sin contar con alguien que le asesorase financieramente, sin tener una reserva de capital "por si acaso" y el resultado fue el desastre, justo, cuando más difícil es fracasar y cuando todo va bien.
Profesionalizar la empresa a medida que crece, evitar la hipertrofia de personal dejándonos llevar por el entusiasmo y las buenas perspectivas, son prácticas más que recomendables. Tener siempre claro cual es el organigrama de nuestra empresa, las personas que necesitamos, sus perfiles, y la complementaridad a la hora de mezclar perfiles. La gamificación y taxonomización de perfiles es necesaria para ser capaz de organizar grupos de trabajo que, normalmente, no se conocen entre sí y no han trabajado antes juntos, realizando tareas que, por normal general en las startups, muchas veces ni siquiera se han inventado todavía.